por Guillermo O. Ramírez
— ¡Tápalo para que no lo vean!Pero el niño calabaza se sube a la banca, al escritorio arruinado, obedeciendo al pollito que acaba de dibujar:Rueda hasta que se descomponga una linda flor y esferitas se derramen por doquier.La maestra, preocupada por sus niños, le dice a su preferido: tápales los ojos.Y él se los arranca.
Para los niños de la comunidad Ignacio Zaragoza;Tepeojuma, Puebla.
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