por Fernando Sánchez Clelo Bebió su vida frenético. Saboreó los bocados de gloria que el destino le preparó. Devoró los instantes de placer que el mundo le convidaba. Se deleitó con los momentos de gozo que le invitaba su buena fortuna. Murió feliz, con el dulce aroma de su excremento en el que se revolcó los últimos días. |
lunes, agosto 22, 2005
Alimento sagrado
Publicado por
Café a cucharadas
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11:19 p.m.
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